Querida yo de primer año de carrera...

Hace poco llegó a casa una carta de la universidad de la que me gradué. La carta estaba escrita por mí y era para mí. No recordaba haberla escrito y, sobre todo, me sorprendió que mis tutores hayan tenido el detalle de acordarse de esta actividad y de haberla cumplido hasta el final.

Decidí ir por una taza de café y unas galletas para ponerme cómoda al abrir el sobre. Cuando me senté en mi sofá, el móvil empezó a sonar con los mensajes de mis amigas de la carrera que escribían para contar sobre sus cartas. Al parecer el asunto se había puesto lacrimógeno para algunas por recordar aquellos increíbles años de universidad. Estaba lista para leer una carta cursi de la que seguro me arrepentiría de haber escrito.

“Querida yo del futuro, ¿cómo estás? Yo de momento estoy muy emocionada por empezar mi carrera como periodista. Me muero por salir en la televisión como papá”. Me empecé a reír porque me gradué como periodista, pero he cambiado de opinión, ya no me atrae tanto ser presentadora. En aquel momento no había conocido el mundo de la comunicación corporativa, que es a lo que me dedico ahora y es lo que me encanta.

“La carta que estás leyendo no es muy larga porque no he tenido tiempo de hacerla mejor, soy un desastre. Espero que en el futuro seas más organizada”. Me siento orgullosa de decir que lo he conseguido, antes no tenía tiempo para nada porque quería hacer de todo sin establecer prioridades. He aprendido con el tiempo a decir que “no” a aquellas cosas que no son tan importantes o que simplemente no me apetecen, y eso me ha quitado una carga de encima. Me siento libre y tengo más tiempo para disfrutar de las actividades que me gustan y de las personas con las que quiero estar.

“Estoy en un lugar nuevo. ¿Me sentiré alguna vez en casa de nuevo? Bueno, me tengo que ir porque tengo que entregar esta carta. Espero que disfrutes estos cuatro años y los vivas al máximo”.

Ahora me siento en la obligación de responder a mi yo del pasado. Mi carta ha sido breve, pero ha sido un estupendo indicador de lo mucho que he crecido en la universidad. Llegué a España con ciertos planes en mente, pero en un momento empecé a dudar. Es una cosa que vi también en mis compañeros y, por lo tanto, sé que es normal. Pasa sobre todo a mitad de carrera; nos preguntamos si lo que estamos haciendo está bien, si habremos tomado la decisión correcta al empezar a estudiar lo que estamos estudiando o si somos capaces de ser aquellos profesionales con los que soñamos ser.

A mi “yo” del pasado le diría que tal vez nuestros planes cambiaron un poco, nos empezamos a conocer mejor a nosotros mismos y nos dimos cuenta de que no está mal salirse del esquema que habíamos diseñado previamente. Tenemos el derecho a equivocarnos para luego sacar soluciones mejores que van con quienes hemos descubierto que somos.

Y, sobre lo de sentirme en casa… Me ha costado. Los primeros tres años me sentía como una eterna invitada a un lugar que no era mío. Sin embargo, he llegado a sentirme a gusto e incluso a sentir esa sensación de hogar después de que las cosas fueran poco a poco poniéndose en su lugar.